Ardían nuestros pies,
Nos mataban las risas,
Tu mano, la mía,
Corriendo sin prisa.
Bajo la sombra de callejuelas
La niebla bajaba a vernos,
Testigo de aquellos sueños.
El encanto de Malasaña
Regó un millón de ilusiones,
Dejó de existir el mañana
Y de importar nuestras razones.
Mientras buscábamos perdernos
Encontrábamos el momento
Que haría infinito un recuerdo.
En el café más antiguo,
O el rincón de una escalera de metro,
Para besarnos, para querernos.
Y es que Madrid nos esperaba,
Madrid nos hizo eternos.
Mónica Galanes
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