De pronto saltó una chispa, voló hacia su pecho y le quemó, le dio el calor, el suspiro que le faltaba desde hacía algún tiempo.
El olor a leña quemada desaparecía con su sonrisa, el ruido de la música cesaba al ritmo de una carcajada.
La noche era eterna, pero ya no le importaba, porque cuando hay sueños mejor que la noche sea larga.
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