La lengua tan fina como la hoja de un cuchillo,
Y las manos frías.
Así, señores, se atrevió a irrumpir en mi día.
Bajo un sol de mañana de abril, que bien pudiera haber sido la de un mayo cualquiera...
Se sentó en aquella,
La terraza más bonita de la plaza madrileña,
la que hacía de mis mañanas un remanso de paz,
la que me dejaba comerme con la vista cada uno de los diarios que llevaba hasta mi mesa,
la que era mía y solo para mí.
Por eso, yo no quise verle, no quise sonreírle, no quise...
Y no me pregunten como, pero acabé dándole vueltas a su café y él bebiendo el suyo de mi boca.
La mañana se hizo tarde, la tarde desapareció y solo recuerdo que flotaba, reía y amaba, como solo se puede hacer en un día. Después le dije "Adiós".
Mónica Galanes
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