Ella, ajena a su presencia, regresaba por la tarde a sus rituales. Un largo paseo, el cuidado del jardín y las noches en aquel oxidado balancín.
Los años pasaban, mientras, sola, anhelaba la mano de alguien acariciando los surcos de su cara y una voz que le dijera lo hermosa que aun era.
Él, inseguro hasta de su respiración, seguía soñando con la llegada de aquel día, en que con un beso se fundieran en un abrazo eterno..
Al cabo del tiempo, ella murió sola y él murió de amor.
que maravilla
ResponderEliminarSibaritismosdeinma
Gracias Inma ;-)
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