No existían mas ataduras que las de los caballos al carruaje. Cascabeles repicaban al ritmo de nuestras risas. Tu mano, la mía, eran piel fundida con piel.
Y si cuarenta eran los grados fuera, en nuestro interior ardían calderas.
Mientras nos amábamos no hubo ciudad mas bella, en la mañana, en la tarde, en la noche. Y si hoy volviera, tendría que repetir que Sevilla se nos quedó pequeña.
la verdad que es una ciudad con encanto!!
ResponderEliminarun besito desde http://contaconesenlaciudad.com/